
También el alma, si quiere reconocerse, tendrá que verse en otra alma (Platón) À savoir, quelle tristesse de la valse heureux! (Mona) La monedita del alma se pierde si no se da (A. Machado)
lunes, 29 de noviembre de 2010
Filomena

martes, 16 de noviembre de 2010
El paseo de Mona
¿Paseo? ¿Calle? De la rue? Qu’est-ce que c’est? Huy, qué nervios tengo! Sí, lo habéis adivinado, ¡que me meo!… Me atan, pero… pourquoi?… Era pequeña y blanca como un rollito de primavera. Sus bucles dorados eran resortes de luz. Y sus mofletes rosados trotaban al compás. Pasito a pasito para no resbalar. Vuelvo a subir y me vuelvo a lanzar. Un… dos… un, dos, tres. Se zambullía, estrepitosa, tras saltar empecinada sobre un trampolín que nunca pudo mover. Tan ligera, tan veloz, tan pequeña ¿será el eterno bebé de la familia?… Recordar el primer paseo de Mona me trae esa mezcla de piscina, levedad y querubín. Andar de puntillas desafiando la gravedad, como los santos. Flotar, flotar, flotar al ritmo del vals. Oh, qué inmensa cualidad! Un paseo por los aires es como estar más cerca de los ángeles buenos. Un paseo con los papis es como estar más cerca del… vals. Para bailarlo, se necesita dejarse llevar: gira sin pensar o caerás. Un… dos… un, dos, tres… Para bailar el vals hay un agujero en el cielo de esta noche negra. Un agujero redondo y puro como la flor del algodón, un agujero a través del cual se pierde el miedo a los perros y al vals.
lunes, 1 de noviembre de 2010
Mona's dream
Es el sueño como placer. El que gozas como un suspiro de amor. El que sabes que puedes evitar. La noche te obliga a dormir; la tarde, y su aroma a sal y brea, te invita. Ese es el sueño del vals parisien. Un… dos… un, dos, tres… El sol del norte resbala, pálido, monte abajo y Marte ajusta su bohemia en el jergón. Deja que el viento sople en las palmeras de un sur que perdí. Aquí, un breve rayo de luz sirve para pintar. Y un simple cielo encierra el universo estrellado y arrebatado de un tulipán desarraigado que, en el espejo, viose girasol. La terraza es una sola mesa. Y la absenta, el sólido pavimento de los sueños. Sin embargo, la lluvia desorientada de los cristales me recuerda la nostalgia de lo que no conocí: el carromato desvencijado, la guitarra suave comme les nuages, la tarde verde-marina y blanca como los trenes de un austral y lluvioso sur. Un… deux… un, deux, trois… Ahora, Mona, duerme. El aguacero resbala entre piedras blancas y piedras negras. Alguien recuerda como morirá. Nunca conoceré Montparnasse.
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