lunes, 29 de noviembre de 2010

Filomena

No sé bien si sus ojos son grises, azules o pardos, porque el velo de sus cataratas me impide encontrar lo que fueron. Pero esos ojos agrandados, lacrimosos y bolsudos , me persiguen obsesivamente. Yo quisiera dejarlos de ver en mi mente continuamente, y no lo consigo. Filomena , no está sola, pero está muy sola. Otros ojos tristes, ausentes, apagados, rencorosos o inquietos la rodean, pero me parecen más resignados, y yo no puedo dejar de recordar los suyos, quizás porque se asfixian de ser ignorados. A casi todos los ancianos les vi alguna vez en compañía, pero a ella nunca. Me reconoce siempre que me entrevé, desde el primer día que le hablé, aunque su mente está ya bastante confusa . Creo que está tan ansiosa porque alguien le dé un poco de ternura o conversación , tan cansada de que no la vean, y si no, la acallen diciéndole "luego Doña Filomena, luego"."No le hagas caso". Cuando habla sólo habla de dolor y de lo mucho que la ignoran . Ya no habla de si pasa frio o de si ese día la comida estaba buena o mala, de si se aburre o de quién fue en su juventud. No encuentra la resignación que algunos otros parece que van encontrado. Lo triste, lo que más le angustia es no ser percibida. Cuando me voy precipitadamente y la encuentro en mi camino, no puedo evitar al menos decirle adiós, como a sus otros compañeros, pero Filomena siempre me atrapa y me hace caer en la telaraña de su ansiosa vida. A pesar de mis prisas intento apaciguarla . Mi corazón, que ya llega enfermo y se marcha, a pesar de la costumbre, medio roto, de pronto no puede más que volverse casi de piedra y después de pararme a escucharla , decirle: "No se enfade, mujer, no se enfade". Cortarle la palabra y despedirme "ya terminaremos de hablar, ¡hasta pronto!, hoy tengo prisa". Me entristece tener que decir, al fin y al cabo, algo parecido a ese repetitivo " luego".

martes, 16 de noviembre de 2010

El paseo de Mona

¿Paseo? ¿Calle? De la rue? Qu’est-ce que c’est? Huy, qué nervios tengo! Sí, lo habéis adivinado, ¡que me meo!… Me atan, pero… pourquoi?… Era pequeña y blanca como un rollito de primavera. Sus bucles dorados eran resortes de luz. Y sus mofletes rosados trotaban al compás. Pasito a pasito para no resbalar. Vuelvo a subir y me vuelvo a lanzar. Un… dos… un, dos, tres. Se zambullía, estrepitosa, tras saltar empecinada sobre un trampolín que nunca pudo mover. Tan ligera, tan veloz, tan pequeña ¿será el eterno bebé de la familia?… Recordar el primer paseo de Mona me trae esa mezcla de piscina, levedad y querubín. Andar de puntillas desafiando la gravedad, como los santos. Flotar, flotar, flotar al ritmo del vals. Oh, qué inmensa cualidad! Un paseo por los aires es como estar más cerca de los ángeles buenos. Un paseo con los papis es como estar más cerca del… vals. Para bailarlo, se necesita dejarse llevar: gira sin pensar o caerás. Un… dos… un, dos, tres… Para bailar el vals hay un agujero en el cielo de esta noche negra. Un agujero redondo y puro como la flor del algodón, un agujero a través del cual se pierde el miedo a los perros y al vals.

lunes, 1 de noviembre de 2010

Mona's dream

Es el sueño como placer. El que gozas como un suspiro de amor. El que sabes que puedes evitar. La noche te obliga a dormir; la tarde, y su aroma a sal y brea, te invita. Ese es el sueño del vals parisien. Un… dos… un, dos, tres… El sol del norte resbala, pálido, monte abajo y Marte ajusta su bohemia en el jergón. Deja que el viento sople en las palmeras de un sur que perdí. Aquí, un breve rayo de luz sirve para pintar. Y un simple cielo encierra el universo estrellado y arrebatado de un tulipán desarraigado que, en el espejo, viose girasol. La terraza es una sola mesa. Y la absenta, el sólido pavimento de los sueños. Sin embargo, la lluvia desorientada de los cristales me recuerda la nostalgia de lo que no conocí: el carromato desvencijado, la guitarra suave comme les nuages, la tarde verde-marina y blanca como los trenes de un austral y lluvioso sur. Un… deux… un, deux, trois… Ahora, Mona, duerme. El aguacero resbala entre piedras blancas y piedras negras. Alguien recuerda como morirá. Nunca conoceré Montparnasse.