Es el sueño como placer. El que gozas como un suspiro de amor. El que sabes que puedes evitar. La noche te obliga a dormir; la tarde, y su aroma a sal y brea, te invita. Ese es el sueño del vals parisien. Un… dos… un, dos, tres… El sol del norte resbala, pálido, monte abajo y Marte ajusta su bohemia en el jergón. Deja que el viento sople en las palmeras de un sur que perdí. Aquí, un breve rayo de luz sirve para pintar. Y un simple cielo encierra el universo estrellado y arrebatado de un tulipán desarraigado que, en el espejo, viose girasol. La terraza es una sola mesa. Y la absenta, el sólido pavimento de los sueños. Sin embargo, la lluvia desorientada de los cristales me recuerda la nostalgia de lo que no conocí: el carromato desvencijado, la guitarra suave comme les nuages, la tarde verde-marina y blanca como los trenes de un austral y lluvioso sur. Un… deux… un, deux, trois… Ahora, Mona, duerme. El aguacero resbala entre piedras blancas y piedras negras. Alguien recuerda como morirá. Nunca conoceré Montparnasse.
1 comentario:
Me encanta este mini-relato es precioso poético y mil cosas más.Con su música correspondiente,perfecto para mí.Un beso.
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