viernes, 30 de julio de 2010

La mirada de Mona

Redonda. Oscura. Como el ámbar húmedo de los perros abandonados. Unas finas líneas, a lápiz, encierran la belleza egipcia de tus iris y osiris. Si parpadeas, veo alas de mariposa tornasoladas y una purpurina infantil impregna las yemas de mis dedos. ¿Por qué hay tanta bondad en esas pupilas bobas; tanta, que a veces olvido que no eres de trapo, y que preguntas, una y otra vez, con esos ojos calmos y blandos? Pero, ¿qué preguntas? ¿Por qué? Una y otra vez abiertos y esperando. Y otra vez. Oscura y redonda. Todo un teorema de Pitágoras para el lápiz de tu hocico. Ah! Mona, ¿qué quieres saber? El delicado giro de tu cabeza apenas disimula la nostalgia de la primera sonrisa que os dirigieron los hombres. ¿Qué quieres que te diga? Yo tampoco lo sé. Recuerdo esos ojos tuyos en otros ojos de miel. ¿Podrás creerlo? Mi madre se despedía sin saberlo. ¿Qué puedo decir, Mona? Yo tampoco lo sé. Tu mirada es la nostalgia limpia de un paraíso que nunca conocí. Pero, ¿puedo saber qué visteis en aquella sonrisa?… Ahora, miras, saludas y preguntas, todo a un tiempo. Siempre fue así, y nosotros, por toda respuesta, os regalamos la hundida y negra mirada del diablo. Ah! ¿Por qué, por qué preguntas?

lunes, 26 de julio de 2010

"Yo iba en bicicleta, casi alado..."


"…Y yo casi ya por el aire,
yo apresurado pasaba en mi bicicleta y me sonreía…
y recuerdo perfectamente
cómo misteriosamente plegaba mis alas en el umbral mismo del colegio"
(V. Aleixandre)


Me gusta la bicicleta desde que era una niña. En mi infancia mis más grandes deseos eran tener un caballo y una bicicleta. En Navidad, cuando redactaba la carta a los reyes magos, casi siempre me recuerdo en el banco de la cocina escribiéndola junto a mi madre, que hacía sus tareas domésticas. La bicicleta era más accesible para un niño de mi clase social, porque lo primero era un sueño imposible que en mi inocencia infantil creía que algún día se podría hacer realidad . Mi primera e inolvidable bici, mi "Súper Cil" azul, todavía la conservo, yo tenía once años. Me la regaló, unos reyes, mi tía Candela haciendo un gran esfuerzo económico para comprármela, pero ella siempre tuvo esos prontos de generosidad para todos. Pedaleé en ocasiones, siendo ya adolescente, en otras prestadas, como la de mi tío Miguel que era más grande que la mía y eso me hacía sentir ya como un adulto, supongo. Cuando íbamos al campo yo me deslizaba carretera abajo como si volara o algo parecido, con una sensación de libertad inolvidable. Era algo muy emocionante. Mi segunda bici, "Amerika", rojita, para mí, preciosa , me la regaló Pepe, y también la recibí con mucha ilusión, aunque en aquellos momentos rodé poco. Ahora no pedaleo con ninguna. La razón es que tengo miedo, desde hace bastante tiempo, por mis condiciones físicas. Me gustaría tanto volver a sentir esa sensación tan agradable que guardo en la memoria de mi niñez y adolescencia. Pero aunque volviese a pedalear, esas sensaciones de la infancia y adolescencia, aunque las podemos rememorar es imposible volver a sentirlas tal cual. Ahora creo que lo pasaríamos muy bien, si saliésemos juntos disfrutando de la compañía y del paisaje. Por supuesto, las sensaciones serían diferentes , pero, sin duda, muy buenas también.

viernes, 23 de julio de 2010

Mona enferma

No te atreves a preguntar. Decir: ¿qué te pasa? ¿dónde te duele? ¿tienes angustia? se traduce en una victoria del desaliento. Pero preguntas, claro. Los niños enfermos han hecho su pequeña maleta de juguete. Llevan todo lo necesario, lo absolutamente imprescindible: el antifaz, el peluche y los collares. Toman la decisión irrevocable de partir a otro lugar. Y se sientan a esperar. El viento de la tarde –tápate, no te vayas a resfriar- mueve apenas sus cabellos, por tanto, qué mejor que cruzar las piernas si no alcanzan ni el suelo ni el vals? Y las horas se estiran como las mentiras de los hombres. Se hacen gelatinosas, inabarcables… plus que lent; eh, Mona? Y aquí estamos, pendientes de las décimas, de los suspiros, de las lenguas desaliñadas o del aliento almendrado. Ven, vuelve de ese viaje raro con vestidos de cartón. Con un beso se escupe la fatiga. Con la caricia, desarbolas el temblor de las pupilas. Con una canción, la frente se serena. Deshaz, pues, la maleta de plástico, cuenta las monedas y borra el ceño al soplar la llama del mechero. Venga, remata a tus súbditos esparcidos: el gran kan, el oso y el tigre, la rana y el pato-rosa. Bueno… besitos al koalita. Pero al hueso y al ahogo les hincamos el diente hasta el tuétano. Decididamente, mi mundo no es de este reino malvado.



sábado, 17 de julio de 2010

Solitud


Solitud, fotomontaje de Rosa Martín


Pensando, enredando sombras en la profunda soledad.

Tú también estás lejos, ah más lejos que nadie.

Pensando, soltando pájaros, desvaneciendo imágenes,

enterrando lámparas.

(...)

Tu presencia es ajena, extraña a mí como una cosa.

Pienso, camino largamente, mi vida antes de ti.

Mi vida antes de nadie, mi áspera vida.

El grito frente al mar, entre las piedras,

corriendo libre, loco, en el vaho del mar.

La furia triste, el grito, la soledad del mar.

Desbocado, violento, estirado hacia el cielo.

(...)

Y mi alma baila herida de virutas de fuego.

Quién llama? Qué silencio poblado de ecos?

Hora de la nostalgia, hora de la alegría, hora de la soledad,

hora mía entre todas!

(...)

Pensando, enterrando lámparas en la profunda soledad.

Quién eres tú, quién eres?

Pablo Neruda

viernes, 16 de julio de 2010

Rápida y mortal








In memoriam Mino

Hay que esperar, sigilosamente, a que alguien decida enfilar el largo pasillo. Deja que dé unos pasos. Que se confíe. Paciencia, no vale la pena precipitarse. Eso, que vuelva atrás, sobre sus pasos. Que crea que tú no existes, que estás mising. Pero tú, sigue al tanto de la situación. Ahora, la cocina… Bueno, al tiempo. One moment, please!… Se está preparando el café ¿Oyes la cucharilla? Es esa pócima insufrible sólo soluble en gasoil. 20 segunditos en el micro. Tibio, qué poca clase. Si por lo menos ardiera, simularía una humeante crema. Ahora, bebe. Glu-glu-glú ¿Oyes? Cierra los ojos, my darling, e imagina sus pasos en tu mente. Aclara la taza, la pone a escurrir. Clic. Adelántate a sus próximos movimientos ¡Qué poco sabéis los perros de estrategia! El gato es zen, el perro es kan. Escúchame, hazme caso, los conozco de hace mucho, soy el felino Mino… Vamos. Preparada? Aquí viene. ¡Ahora!… Rápido. De 0 a 100 en 2 décimas de segundo. Venga Mona, a por él… a sus tobillos… Ataca… Te va en ello la vida. Como un torpedo ciego, no pierdas ni un segundo en pensar. Arrójate o perderás la pieza. Pero ¡qué ruido horrible te hacen las pezuñas; oh, my God!… ¿A quién piensas sorprender? Esto no es cazar, esto es un asesinato… ¡Cuidado, que se gira! Careful!… Mona, eres mala y traidora… Por la espalda, como los cobardes de las películas del Oeste… Yo no quería, es él quien… No insistas darling, olvidas que no me ve… Si supieras a quién me recuerdas. Nosotros teníamos un gato, pelirrojo y blanco, guapo y distinguido… Sabía silbar, bajarse de los coches en movimiento y bailar el vals… Usaba gorra gris, bufanda oscura y camiseta a rayas… Y si no, no… Hasta sus últimos momentos fue tan preciso como un tiralíneas de billar. Oh!, my lord, dónde andarás… Me ha reconocido… bye-bye… Sabes, Mona, dicen que los gatos no son de fiar.


miércoles, 7 de julio de 2010

Qué hacer







Porque como la medicina es un compendio de los errores sucesivos y contradictorios de los médicos, al llamar uno a los mejores de éstos tiene grandes probabilidades de implorar una verdad que será reconocida como falsa algunos años más tarde. De manera que el creer en la medicina sería la suprema locura, sino lo fuera mayor aún el no creer en ella, ya que de ese montón de errores se han desprendido, a la larga, algunas verdades.

Marcel Proust, El mundo de Guermantes

El verdadero médico posee un inmenso interés por el sabio y el tonto, el orgulloso y el humilde, el héroe estoico y el pordiosero quejumbroso, se preocupa por la gente.

W. Shakespeare

Con los grandes adelantos técnicos y el deterioro de la relación médico-paciente, nunca como hoy la medicina ha estado tan cerca de la enfermedad y tan alejada del paciente.

C. Viafora

El progreso de la medicina nos depara el fin de aquella época liberal en la que el hombre aún podía morirse de lo que quería.

S. J. Lec

En el médico deben reunirse cuatro cualidades: conocimientos, sabiduría, humanidad y probidad.

Hipócrates
Para mi tío Pepe y nuestro amigo Cándido

domingo, 4 de julio de 2010

Mona y los niños

La locomotora Mona se ha puesto nuevamente en marcha. La locomotora Mona va al frente del convoy. La locomotora Mona surca el viento cual Pegaso chato y respingón. Ha transformado el calderero ritmo de la playa en un ágil y peligroso vals. Aguantando el fuerte tirón de sus válvulas y bielas, le sigue el vagón de los exploradores P & C, seguido del refinado salón-coche-cama de las damiselas C & B, y, cerrando el breve transiberiano, el fragante reservado de las flores con V & Himself al frente, decidiendo, esta última, faltaría más –pequeña pero matona, como Mona- los cambios de agujas, de vías, de hora y de vals. Da gusto verlos rodeando el patio. Llevándose por delante las lustrosas rosas de tío P… las margaritas deshojadas de tía C… el césped gafado de tía R… el olivo que regaló la otra tía R… y el sueño súbito y morcillón de tío C… Da verdadero placer reconocer cada una de sus voces en el torbellino de esa fuga de gritos y risas. Ahí van, directos, ahora, al terraplén. Y comienza la polémica y el griterío. Ciega de vatios, pondios y repondios, Mona enfila el camino sin pensar. Pero desde la retaguardia, V & Himself propone una posibilidad de salvación. Sorda a sus requerimientos, la máquina Mona fuerza la entrada a una vía distinta de la escogida por el vagón de cola. Inmediatamente, los exploradores y las damiselas peligran quedar en tierra de nadie. Oh, mon dieu!. Los primeros, antifaz reglamentario en ristre, echan mano a los prismáticos, el catalejo, el fusil y la pistola. Las segundas, con el mapa de vías en una mano y los collares en la otra, comprueban la cobertura de los móviles y comienzan las negociaciones, al más alto nivel, entre el cap y la cua del convoy. Bien sûr, bien sûr; mais qui est-ce qui fait de la force?… Decidle a esa pedorra que la fuerza no lo es todo y que nos vamos a deslomar, –apostilla el florilegio de cola. ¡Disparemos a las ruedas! –acuerdan los exploradores. ¡Si son de hierro! –advierten las damiselas, ojipláticas por la ocurrencia. Pues frenemos los vagones y ganemos tiempo, –replican. Eso está mucho mejor –reconocen, ajustándose la pedrería y preguntando todas a una: pero cómooooo?. Cap i cua, escolteu: deberíamos intentar reunirnos en la vía intermedia que limita con el precipicio –añaden las mademoiselles. Pero el ángulo entre la abscisa del eje tangente del carro delantero con el mercancías-explorador y el desvío estructural por fricción del salón-coche-cama, no resistirá el envite –precisan los boys. Quéééé? Ni caso –esgrimen ellas por toda contestación. Para pedorra, la florista del furgón de cola –añade, totalmente fuera de lugar y a destiempo, la locomotora impasible-el-ademán. Y la catástrofe anunciada se produce. Allá va el convoy al completo: locomotora con pelos, antifaces y prismáticos; cosméticos, collares y flores… Oh! que c’est très bon ce ça des jeux! Pero tú, Mona, no jugarás con niños… ¿Por qué?… Porque muerdes antes de preguntar.