viernes, 23 de julio de 2010

Mona enferma

No te atreves a preguntar. Decir: ¿qué te pasa? ¿dónde te duele? ¿tienes angustia? se traduce en una victoria del desaliento. Pero preguntas, claro. Los niños enfermos han hecho su pequeña maleta de juguete. Llevan todo lo necesario, lo absolutamente imprescindible: el antifaz, el peluche y los collares. Toman la decisión irrevocable de partir a otro lugar. Y se sientan a esperar. El viento de la tarde –tápate, no te vayas a resfriar- mueve apenas sus cabellos, por tanto, qué mejor que cruzar las piernas si no alcanzan ni el suelo ni el vals? Y las horas se estiran como las mentiras de los hombres. Se hacen gelatinosas, inabarcables… plus que lent; eh, Mona? Y aquí estamos, pendientes de las décimas, de los suspiros, de las lenguas desaliñadas o del aliento almendrado. Ven, vuelve de ese viaje raro con vestidos de cartón. Con un beso se escupe la fatiga. Con la caricia, desarbolas el temblor de las pupilas. Con una canción, la frente se serena. Deshaz, pues, la maleta de plástico, cuenta las monedas y borra el ceño al soplar la llama del mechero. Venga, remata a tus súbditos esparcidos: el gran kan, el oso y el tigre, la rana y el pato-rosa. Bueno… besitos al koalita. Pero al hueso y al ahogo les hincamos el diente hasta el tuétano. Decididamente, mi mundo no es de este reino malvado.



1 comentario:

Unknown dijo...

Uf, que susto me ha dado este espacio, creía que Mona estaba muy enferma....menos mal.

Raúl Sebastián