La locomotora Mona se ha puesto nuevamente en marcha. La locomotora Mona va al frente del convoy. La locomotora Mona surca el viento cual Pegaso chato y respingón. Ha transformado el calderero ritmo de la playa en un ágil y peligroso vals. Aguantando el fuerte tirón de sus válvulas y bielas, le sigue el vagón de los exploradores P & C, seguido del refinado salón-coche-cama de las damiselas C & B, y, cerrando el breve transiberiano, el fragante reservado de las flores con V & Himself al frente, decidiendo, esta última, faltaría más –pequeña pero matona, como Mona- los cambios de agujas, de vías, de hora y de vals. Da gusto verlos rodeando el patio. Llevándose por delante las lustrosas rosas de tío P… las margaritas deshojadas de tía C… el césped gafado de tía R… el olivo que regaló la otra tía R… y el sueño súbito y morcillón de tío C… Da verdadero placer reconocer cada una de sus voces en el torbellino de esa fuga de gritos y risas. Ahí van, directos, ahora, al terraplén. Y comienza la polémica y el griterío. Ciega de vatios, pondios y repondios, Mona enfila el camino sin pensar. Pero desde la retaguardia, V & Himself propone una posibilidad de salvación. Sorda a sus requerimientos, la máquina Mona fuerza la entrada a una vía distinta de la escogida por el vagón de cola. Inmediatamente, los exploradores y las damiselas peligran quedar en tierra de nadie. Oh, mon dieu!. Los primeros, antifaz reglamentario en ristre, echan mano a los prismáticos, el catalejo, el fusil y la pistola. Las segundas, con el mapa de vías en una mano y los collares en la otra, comprueban la cobertura de los móviles y comienzan las negociaciones, al más alto nivel, entre el cap y la cua del convoy. Bien sûr, bien sûr; mais qui est-ce qui fait de la force?… Decidle a esa pedorra que la fuerza no lo es todo y que nos vamos a deslomar, –apostilla el florilegio de cola. ¡Disparemos a las ruedas! –acuerdan los exploradores. ¡Si son de hierro! –advierten las damiselas, ojipláticas por la ocurrencia. Pues frenemos los vagones y ganemos tiempo, –replican. Eso está mucho mejor –reconocen, ajustándose la pedrería y preguntando todas a una: pero cómooooo?. Cap i cua, escolteu: deberíamos intentar reunirnos en la vía intermedia que limita con el precipicio –añaden las mademoiselles. Pero el ángulo entre la abscisa del eje tangente del carro delantero con el mercancías-explorador y el desvío estructural por fricción del salón-coche-cama, no resistirá el envite –precisan los boys. Quéééé? Ni caso –esgrimen ellas por toda contestación. Para pedorra, la florista del furgón de cola –añade, totalmente fuera de lugar y a destiempo, la locomotora impasible-el-ademán. Y la catástrofe anunciada se produce. Allá va el convoy al completo: locomotora con pelos, antifaces y prismáticos; cosméticos, collares y flores… Oh! que c’est très bon ce ça des jeux! Pero tú, Mona, no jugarás con niños… ¿Por qué?… Porque muerdes antes de preguntar.
1 comentario:
Es mona, pero que trasto
Raúl Sebastián.
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